"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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14-05-2010 |
Un conflicto de nacionalismos mezquinos
“Hispanoamérica, Latinoamérica o como se prefiera, no encontrará su unidad en el orden burgués. Ese orden nos divide, forzosamente, en pequeños nacionalismos. Los únicos que trabajamos por la comunidad de esos pueblos somos en verdad los socialistas, los revolucionarios. El porvenir de la América Latina es socialista”. (José Carlos Mariátegui, “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana”).
Los pueblos de Argentina y Uruguay están cansados de estupideces y mezquindades, pero el conflicto por Botnia (hoy UPM) no se destrabará totalmente sin que los trabajadores y la izquierda impongan su hegemonía, su visión internacionalista, latinoamericanista de Patria Grande, superando los nacionalismos estrechos de patrias chicas, propios de burguesías cipayas del imperialismo que se pelean para ventajearse. No obstante, lo más grave es que los gobiernos progresistas no han hecho más que agregar leña a la hoguera, con la excepción del gobierno de Mujica. Y desde Argentina, se suma el más ramplón nacionalismo e ignorancia, de los autodenominados “ambientalistas” de Gualeguaychú, apoyados por la supuesta ´izquierda auténtica' de Uruguay.
El conflicto por la instalación de dos plantas productoras de pasta de celulosa (quedó solo la de Botnia) en la margen oriental del río Uruguay, ¿por qué se produjo? Uno de los motivos es que Uruguay violó formalmente la comunicación a la CARU y ahora se admite que fue porque la formalidad hubiera demorado los permisos y arriesgado la inversión de las multinacionales.(reconocido por el ex Presidente Jorge Batlle y su canciller Opertti). Por otra parte, Uruguay estuvo (y está condicionado) por el Tratado Bilateral de Inversiones con Finlandia, que puede someterlo a sanciones ante tribunales internacionales digitados por el gran capital multinacional ante cualquier ´violación' de las cláusulas que facilitan las inversiones. Ese tratado fue votado en contra por el Frente Amplio. A su vez Argentina tiene pasteras y otras industrias contaminantes y –desde los gobiernos de Menem- más tratados de inversiones condicionantes que Uruguay. En cambio, Brasil ha declarado inconstitucionales esos tratados por violatorios de su soberanía, ejemplo que sus socios del MERCOSUR debieran imitar.
El otro motivo es la contaminación, que los “ambientalistas” “aseguraron” sin consistencia científica. Bueno es decir que Uruguay ofreció el monitoreo conjunto para controlar la posible contaminación y extremado las garantías de seguridad. Pero lo más trascendente –y poco difundido- es la resolución adoptada en el Norte en el sentido de que América Latina será en los próximos quince años la principal productora mundial de pasta de celulosa; resolución de la que no han participado nuestros pueblos ni los gobiernos.
Según la Asamblea Ambientalista de Gualeguaychú su lucha busca relocalizar la planta para que no contamine el río frente a su ciudad. El gobierno argentino la ha apoyado o tolerado. Pero si la planta contaminara ahí, contaminaría donde se la reubicara. Con tal lógica, hecha la relocalización los `beneficiados' por el traslado harían otra movilización con los mismos objetivos hasta obtener otra relocalización, la que obligaría a los nuevos `beneficiados' a pasarle la pelota (la planta) a otros desgraciados. Este planteo miope e inaceptable atenta contra la construcción de la unidad sudamericana, y es estimulante de más mezquindades nacionalistas.
Después los cortes de puentes, contrarios a los acuerdos del MERCOSUR, con graves perjuicios al pueblo uruguayo y mínimos (si los hubo) a la planta de celulosa, la propuesta de Kirchner aceptada por Vázquez para que el Rey de España mediara (¡la unidad sudamericana garantizada por España y la Unión Europea!); el arbitraje de la Corte de La Haya; las campañas de agravios sobre ambos gobiernos y pueblos. Los ´ malpensados' –a la luz de tanta intriga planificada por la CIA en el continente- sospechamos que la inteligencia norteamericana algo tiene que ver y se regodea ante las imbecilidades ´patrióticas' defendidas desde ambas orillas.
Pero ninguno de los gobiernos ha planteado la única solución válida: que el MERCOSUR (o la UNASUR) asuma una postura conjunta sobre las plantas de celulosa, sobre la soja transgénica o cualquier otra producción peligrosa, lo que ahora plantearía Uruguay. Sólo una resolución común, y gobiernos que planten con firmeza a los Estados sudamericanos frente a las trasnacionales y al imperialismo, planificando su economía, garantizará el futuro de nuestros pueblos. Hasta ahora los gobiernos progresistas no se han atrevido. Y el espíritu internacionalista, o de legítima Patria Grande, ha brillado por su ausencia en el Cono Sur.
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